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Monday, May 30, 2016

¿Qué pasó con el noble arte del llanto masculino?

Fuente: https://aeon.co/essays/whatever-happened-to-the-noble-art-of-the-manly-weep


Uno de nuestras mas fuertemente enraizadas creencias de la masculinidad es que lo hombres no lloran. Aunque el deje salir una lágrima discreta en un funeral, y es aceptable que él se desfogue cuando se golpea los dedos en la puerta del carro, se espera que un hombre de verdad recupere el control rápidamente. Llorar abiertamente es estrictamente para niñas.

No es sólo una expectativa social; es un hecho científico. Toda las investigaciones hasta la actualidad encuentras que las mujeres lloran significativamente más que los hombres. Un metaestudio de la Sociedad Alemana de Oftalmología en el año 2009 encontró que las mujeres lloran, en promedio, cinco veces más frecuentemente, y casi dos veces más en cada episodio. Esta diferencia es tan común que se podría asumir que es parte de nuestra biología, gústenos o no, siendo una diferencia de los géneros que no se puede borrar.

Pero de hecho, esta diferencia del llanto en los géneros parece ser un hecho reciente. Evidencia histórica y literaria sugiere que,en el pasado, no sólo los hombres lloraban en público, sino que nadie lo veía como femenino o vergonzante. Al contrario, era algo normal en casi cualquier lugar del mundo en la mayor parte de la historia registrada.

En la Iliada de Homero, en la cual el ejército griego entero rompe en llanto unanimemente en no menos de tres ocasiones. El rey Príamo no sólo llora sino que se arranca el cabello y se arrastra en el suelo en su tristeza. Zeus llora lagrimas de sangre, e incluso los caballos inmortales de Aquiles lloran inconsolables por la muerte de Patroclo. Por supuesto, no podemos asumir que la Iliada es un recuento fiel de los hechos históricos, pero no hay duda de que los antiguos griegos la veían como el modelo del comportamiento heroico.

Esta imagen del llanto masculino continuó hasta el medioevo, cuando aparece en documentos históricos y en narraciones ficticias. En crónicas de ese periodo, encontramos un embajador continuamente rompiendo en llanto al referirse a Felipe el Bueno, y toda una audiencia en un congreso de paz se tiraba al suelo llorando y lamentándose al escuchar los discursos. En el poema épico del siglo XI La Canción de Rolando, el poeta describe su reacción a la muerte del héroe: "Los señores de Francia derraman amargas lágrimas,/ Y 20,000 se desmayan en su dolor y caen". Podemos estar seguros de que esto no sucedió como está descrito, pero es notable que 20,000 caballeros se desvanezcan de dolor era considerado noble, no ridículo.

Aún más, el héroe que llora no era sólo un fenómeno occidental; también aparece en épicas japonesas. En El Cuento de Heike, frecuentemente citado como modelo de comportamiento para el samurai, encontramos hombres llorando cada tanto. Una respuesta típica a la muerte del comandante en jefe: "De todos los que oyeron, amigo o enemigo, ninguno pudo más que llorar hasta que sus mangas estuvieron mojadas."

Algunos objetan que todas esas son demostraciones publicas y ceremoniales de dolor. Los hombres pueden llorar de esta manera ritual en asuntos importantes de muerte, guerra y política, pero seguramente lágrimas personales de amor y frustración aún se limitaban a las mujeres?

En una palabra, no. En los romances medievales, nos encontramos con innumerables casos de caballeros llorando puramente porque han perdido sus amadas. En "El Caballero de la Carreta" de Chrétien de Troyes, nada menos que el héroe, Lancelot, llora en una breve separación de Ginebra. En otro momento, llora en el hombro de una mujer al pensar que no se llegará a un gran torneo. Lo que es más, en lugar de estar disgustada por este lloriqueo, ella se anima a ayudar, y Lancelot llega al torneo después de todo. Todos los caballeros reales se reducen de forma rutinaria a las lágrimas cada vez que se les cuenta una historia desgarradora. Es difícil pensar en cualquier situación específica en el que las lágrimas pueden ser aún exclusivamente asunto de las mujeres.

Aún más notable es que no hay ninguna mención en estas historias de hombres que traten de restringir u ocultar sus lágrimas. Nadie pretende tener algo en el ojo. Nadie hace una excusa para salir de la habitación. Lloran en una sala llena de gente con la cabeza bien alta. Tampoco sus compañeros se burlan de esta 'falta' pública; que es universalmente considerado como una expresión admirable de sentimiento.

Hasta hace poco, hombres adultos se forzaban a si mismos a llorar públicamente con la esperanza de impresionar a otros.

La Biblia está llena de referencias similares al llanto demostrativa de reyes, pueblos enteros, y Dios mismo (encarnado en Jesús). Es comprensible, entonces, que durante siglos las lágrimas estaban vinculadas a la piedad. Las Confesiones de San Agustín están llenas de descripciones de llanto incontrolado del santo. La carta de San Jerónimo a Eustoquio tiene ocho referencias diferentes al llanto; él se describe como estar en un 'mar de lágrimas', 'empapados de lágrimas', y termina exhortando a los fieles a 'cada noche lavar las sábanas y humedecer el colchón con sus lágrimas". San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, describe 175 episodios de llanto separados en una sola sección de 40 páginas de su diario.

El llanto era una parte central del culto que fue descrito en las reglas de las órdenes monásticas como un acompañamiento necesario de la oración y el arrepentimiento. A lo largo de la Edad Media, la desaprobación del llanto se limita a las lágrimas hipócritas, que se entienden como común tanto en hombres como en mujeres. Dicho de otra manera, hasta hace poco, hombres adultos se forzaban a si mismos a llorar públicamente con la esperanza de impresionar a sus compañeros.

Hay una clara excepción a este festival de lágrimas en todo el mundo. Como el medievalista Sif Rikhardsdottir de la Universidad de Islandia anota, los escandinavos mantuvieron una compostura de ojos secos a través de estos siglos. En sus Traducciones Medievales y el Discurso Cultural (2012), Rikhardsdottir ilustra este punto citando dos versiones de una épica medieval en la que un niño héroe se pierde en el bosque. El héroe francés se disuelve en lágrimas de autocompasión; su colega islandés admira estoicamente el paisaje y contempla su siguiente movimiento.

La descripción en el texto islandés es positiva: "Allí era muy encantador y agradable para sentarse. Saltó de su caballo y miró hacia el mar con la intención de sentarse allí hasta que le llegó una revelación. 'Rikhardsdottir comenta: "El llanto no era aceptado socialmente, y ciertamente no para los hombres de la Escandinavia medieval. La acusación de un hombre llorando era de hecho justificadamente vengada con la muerte. "Mientras que esta respuesta podría parecer extrema, el sentimiento que hay detrás es familiar hoy en día.

Fuera de Escandinavia, del llanto masculino persistió hasta bien entrado el período moderno temprano, y se extendió a los parlamentarios, así como caballeros y monjes. En 1628, el político inglés Thomas Alured describe la reacción en la Cámara de los Comunes a una carta del rey amenazando la disolución del Parlamento: 'habló Sir Robert Phillips, y mezcló sus palabras con el llanto ... St Edward Coke se vio obligado a sentarse cuando comenzó a hablar, por la abundancia de lágrimas: sí, el portavoz ... no podía contener el llanto y el derramamiento de lágrimas '.

Así que ¿a dónde fueron todas las lágrimas masculinas? La verdad es que no sabemos a ciencia cierta. No hubo movimiento anti-llanto. No hay tratados escritos contra las lágrimas de los hombres, y no hay líderes de iglesia o estado que introdujeran medidas para desalentarlas. Su disminución se produjo de manera lenta y silenciosa, tal que nadie parece haberse dado cuenta de que esto ocurría. Pero por el siglo 18, los defensores del culto a la sensibilidad exhortaban a los hombres a ser más sensibles, con un énfasis en el flujo de lágrimas, lo que implica que los hombres ya eran considerados como impedidos lacrimalmente. En la época romántica, las lágrimas masculinas estaban reservadas a los poetas. A partir de aquí, es sólo un breve salto a los héroes con cara de póquer de Ernest Hemingway, que, a pesar de sus inclinaciones poéticas, no pueden expresar el dolor de otras maneras mas que embriagándose y cazando búfalos.

La posibilidad más obvia es que es el resultado de los cambios de nuestro paso de una sociedad agraria feudal a una urbana e industrial. En la Edad Media, la mayoría de la gente pasa su vida entre aquellos que habían conocido desde su nacimiento. Un típico pueblo tenía solamente 50-300 habitantes, la mayoría de ellos relacionados por sangre o matrimonio;  dando una situación como de una gran familia atrapada en una reunión eterna en el medio de la nada. Las cortes medievales eran también ambientes de intimidad extrema, donde los cortesanos pasaban días enteros en la compañía del otro, año tras año. Los reyes llevaban a cabo negocios de sus camas, a cuyos pies sus servidores favoritos dormían por la noche. Podemos ver esta familiaridad también en un detalle curioso de la vida real, tales como el noble en los tribunales de muchos reyes europeos cuyo codiciado privilegio que era para ayudar al rey en la defecación.

Pero desde el siglo 18 al 20, la población se urbanizó; pronto, las personas estaban viviendo en medio de miles de extraños. Además, los cambios en la economía requirieron que los hombres a trabajasen juntos en fábricas y oficinas, donde la expresión emocional e incluso conversación privada se veían como una pérdida de tiempo. Como Tom Lutz escribe en Llanto: La Historia Natural y Cultural de las Lágrimas (1999), los directores de fábricas deliberadamente entrenaron a sus trabajadores para reprimir sus emociones con el objetivo de aumentar la productividad: "Usted no quiere que las emociones interfieran con el buen funcionamiento de las cosas. '

Aunque algunas mujeres trabajaban en las fábricas también, eran mucho más propensas a permanecer en el hogar con la costura, el lavado de ropa o los inquilinos; o sirviendo como domésticas e institutrices en otros hogares. Cuando un ama de casa o sirvienta llora, sólo la ven los miembros de la casa. A menudo, nadie la vería. En lugar de ser gritada por un capataz, podría llorar en su propia lavadero en paz.

No podemos dejar de sentir el dolor de las lágrimas, y con frecuencia resentimos esa intimidad no deseada, el equivalente emocional de una mano atrevida.

Tales contextos tienen un efecto significativo en lo gratificante que es llorar. Un estudio realizado por Lauren Bylsma, Ad Vingerhoets, y Jonathan Rottenberg, publicado en la revista Journal of Social y Clinical Psycology en 2008, encontró que las personas se sintieron mejor después de un buen llanto - aunque lloraran solos o con una sola persona de apoyo. Cuando estaban en público, o con alguien que no sirve de apoyo, el llanto les hizo sentir aún peor. Algunas formas de apoyo se expresan con gestos simples tales como "palabras de confort" y "brazos de confort"- que parecen bastante fáciles, pero que son poco probables de encontrar en una fábrica.

La pregunta es si nuestra supresión cultural de las lágrimas de los hombres es perjudicial o beneficiosa. En el lado positivo, la muchos de nosotros agradecemos no tener que lidiar con el llanto de compañeros de trabajo. El llanto de otra gente nos hace incómodos. Es un resultado inevitable de nuestra capacidad de empatía. No podemos dejar de sentir el dolor de las lágrimas; pero por esa misma razón, nos molesta. Puede ser una intimidad no deseada, el equivalente emocional de una mano atrevida. La reacción visceral de la mayoría de la gente es hacer lo que sea necesario para que las lágrimas se detengan.

Aún más, no hay que ser paranoico para pensar que el poder de las lágrimas tiene uso como manipulación. Los psicólogos reconocen el papel de las lágrimas de manipulación, e incluso consideran que es innato. Los bebés lloran de forma natural cuando tienen hambre, dolor o malestar; esto dispara respuestas de cuidado en los adultos. Y, en caso de que lo pregunten, un estudio realizado por Miranda Van Tilburg, Marielle Unterberg y Vingerhoets, publicado en el British Journal of Developmental Psychology en 2002, ha establecido que los niños y niñas lloran por igual hasta que llegan a la pubertad.

Está claro que hay un punto en el desarrollo de un niño cuando el llanto por la comida se convierte en simple llanto cuando sus padres no le compran algo que quiere. Estas lágrimas pueden ser muy eficaces; muchos PlayStations han sido comprados para un niño que llora. Y cualquier persona con un familiar lloroso sabe que algunos adultos también pueden salirse con la suya mediante la activación de la hidráulicas. Si fuera aceptable el uso de llanto como una táctica de manipulación en el lugar de trabajo, los empleados llorones tendrían una ventaja sobre sus compañeros con ojos secos. Tal como está, el resultado más probable de llorar demasiado en el trabajo es que va a ser despedido por correo electrónico.

Así, las prohibiciones sociales contra el llanto son posiblemente útiles. La productividad del trabajo mejora, al evitar los dramas de extraños; y hombres (y mujeres, en el lugar de trabajo) se ven limitados en el uso de manipulación emocional.

Sin embargo, los seres humanos no fueron diseñados para tragarse sus emociones, y hay razón para creer que suprimir las lágrimas pueden ser peligroso para el bienestar. La investigación en la década de los 80 por Margaret Crepeau, profesora de enfermería en la Universidad de Marquette en Milwaukee, se encontró una relación entre la cantidad de enfermedades relacionadas con el estrés y el llanto suprimido de una persona. El llanto también está correlacionado con la felicidad. Vingerhoets, profesor de psicología en la Universidad de Tilburg en los Países Bajos, se ha encontrado que en países donde las personas lloran más, hay niveles más altos de satisfacción. Por último, el llanto es una herramienta importante para la comprensión de los propios sentimientos. Un estudio de 2012 de pacientes con síndrome de Sjögren - cuyos enfermos son incapaces de producir lágrimas - encontró que ellos tenían significativamente más dificultades para identificar sus emociones que un grupo de control.

También puede sufrir si simplemente oculta sus lágrimas de los demás, como se espera de los hombres de ahora. Como hemos visto, el llanto puede ser un comportamiento social diseñado para obtener atención de la gente que le rodea. Si bien esto puede ser inapropiado en una evaluación de desempeño, podría ser una forma esencial de alertar a amigos y familiares - e incluso colegas - de la necesitad de apoyo. Los tabúes contra la expresividad masculina implican que los hombres son mucho menos propensos que las mujeres a obtener ayuda cuando están sufriendo de depresión. Esto, a su vez, se correlaciona con mayores tasas de suicidio; los hombres tienen de tres a cuatro veces más probabilidades de cometer suicidio que las mujeres. La depresión masculina tiende a ser causa de alcoholismo y adicción a las drogas, que tienen su propia morbilidad. Piense en la estoica Escandinavia, cuyas naciones tienen un alto rango de productividad - y también en las tasas de alcoholismo y suicidio.

Por lo tanto, podría ser el momento para que los hombres vuelven a las lagrimeo del pasado. Aunque no podemos volver a los pueblos muy unidos de la época medieval, podemos tratar de revivir su espíritu fraterno. Como la cultura de la oficina se hace cada vez más informal, podríamos desear complementar los viernes informales con los lunes emocionales? ¿Podemos imaginar un mundo en el que tanto los hombres como las mujeres lloren abiertamente al oír cifras decepcionantes en una reunión de ventas? Puede ser que nos alejemos de la idea de una versión moderna de Lancelot quien, cuando su jefe no quiere que le enviara a una gran conferencia, solloza hasta que es liberado del compromiso. Sin embargo, este riesgo parece trivial, situado junto a un mundo en el que suprimimos nuestros sentimientos hasta que apenas sabemos lo que son.

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